Unidad al paso
Unidad al paso
Por Federico Recagno (*)
Unidad es una palabra muy usada. En el sentido original “unidad” es lo que no puede dividirse. Algo de esto se lo fue creyendo gran parte de la dirigencia política para construir sus posibilidades electorales. Los resultados recientes de las PASO, sin embargo, han dado por tierra una idea que se creía consolidada casi como una férrea verdad: “Si el peronismo se une no hay cómo ganarle”. La frase viene desde lejos, pero luego de la elección que consagrara a la fórmula F-F se repitió como un mantra y como cábala. Pero la unidad, acordada para el éxito y llevada a la práctica en el reparto de cargos y funciones, no alcanzó para generar una dinámica de gobierno que mejore la realidad, nuevamente, golpeada de los argentinos. La unidad fue condición necesaria para el acceso al poder pero no suficiente para administrarlo, ni sostenerlo y puso (y pone) al desnudo la incoherencia de ideas y procederes que ha llevado al oficialismo a esta dura derrota en las PASO. Este peronismo gobernante no es una unidad sino un grupo de ambiciosos que decidió juntarse para ganar sin tener un plan y, lo que es peor, es tan diverso que tampoco puede elaborar uno. El Presidente es, desde el origen, el eslabón más débil de esta cadena y, además, se enredó en sus propios errores, fotos, declaraciones, contradicciones y acciones. Sufrió las bajas de ministros de su entorno personal de decisión y le será difícil que su riñón no sufra permanentes trasplantes. El kirchnerismo, eslabón fuerte, por su parte se pregunta, “¿Qué hacemos con el gobierno de Alberto en estos dos meses?” y, algunos de sus integrantes le suman otra inquietud “¿Qué hacemos, ya no con el Gobierno, sino con el mismísimo Presidente?”. Creen tener al culpable al alcance de la mano y se lo hacen saber a él y a toda la sociedad, aunque analizan, en su fuero de realidad, que, tener un responsable cerca no los exime de sus propias cargas. El notable retroceso en la provincia de Buenos Aires, donde están sus fichas puestas para preservar el espacio propio, pega de lleno al gobernador, lo mismo que la derrota en Quilmes, dos golpes al corazón camporista. La tercera pata, la del espacio de Sergio Massa, tratará de ser el eslabón perdido y encontrado, y buscará los huecos donde guarecerse y crecer, si es que los otros se lo permiten. La coalición del oficialismo nos está metiendo a todos, en su contundente derrota, en un juego peligroso, tanto institucional como de más frustración y pobreza. La oposición también enfrenta dilemas de unidad, incomparables con la incoherencia del gobierno, pero que debe resolver. Por supuesto los encarará con el aire que da el éxito primario. Horacio Rodríguez Larreta, en términos de Fórmula 1, ha logrado la “pole position” para la largada al 2023, pero arrancar primero no lo exime de maniobrar entre curvas, roces y manchas de aceite en la pista. El triunfo en las PASO no debe llamar a engaño, ni relajaciones. Es un momento en que toda la dirigencia se encuentra bajo cuestionamiento por sus privilegios y malos resultados. La unidad de los vencedores debe preservarse pero también deben generarse soluciones a un pueblo agobiado, empobrecido y malhumorado. Los radicales, por su parte y con derecho, piden pista. A los buenos resultados de Gerardo Morales, Gustavo Valdés, la unión mendocina (Cornejo-Suárez-Cobos) y el atractivo de Martín Lousteau, le ha sumado la llegada de candidatos por fuera de las estructuras partidarias. El radicalismo es, posiblemente, el único partido que funciona como tal en estas tierras, pero carecía de figuras atrayentes para incorporar votos en los distritos más populosos. Martín Tetaz, Carolina Losada en Santa Fe y, sobre todo, Facundo Manes, resultaron una inyección de dinámica para el centenario partido. Un párrafo merece la elección de Manes. Presentarse desde afuera hacia adentro, competir en la provincia de Buenos Aires (bastión peronista), hacerlo frente a la estructura que en el AMBA posee el PRO, rivalizar con un buen candidato (sus números lo reafirman) como Diego Santilli y superar el millón doscientos mil votos, representan un hecho para prestar particular atención. Tanto el radicalismo, como los peronistas que están fuera del Frente, más los independientes pueden encontrar en Manes una figura aglutinante, políticamente incorrecta (en los códigos de las prácticas de la grieta) para construir, por encima del griterío, el acuerdo que busca buena parte de la sociedad. Pero, si para la oposición en general, la unidad es necesaria para el 2023, para los radicales es precisa la unidad dentro de aquella unidad. Quedan cuestiones a dirimir. El lugar de María Eugenia Vidal, con una victoria previsible, pero no tan propia. Los sitios de Mauricio Macri, Jorge Macri, Patricia Bullrich; el ocaso de Elisa Carrió; Ricardo López Murphy renacido y los crecimientos en izquierda y derecha. Una unidad más se plantea para los próximos días: la de la CGT. Está claro que toda unidad es fortalecimiento, pero debe tener un para qué, sobre todo cuando se habla de las y los trabajadores. Hay una marcha sindical prevista para el 18 de octubre que debe ser seriamente revisada. No está claro si se defiende al Presidente de los embates del kirchnerismo o al kirchnerismo de los errores del Presidente. La CGT debe analizar, para no traicionar su historia y sus objetivos, los pasos a dar. Tal vez haya que reflexionar si el trabajo como herramienta de movilidad social y de inclusión se encuentra dentro de los caminos y de los actos del Gobierno, al menos no parece ser así en el presente. Mientras tanto queda una unidad más, la que integran cada uno/a de aquellos que no fueron candidatos pero acercaron su voto de a pie, para quien éste haya sido. Los que creen en las instituciones, en el trabajo, en la democracia, como una voz, como una señal, como una esperanza, como un grito o como un reto. La unidad de un pueblo que quiere vivir, al menos, un poco mejor. (*) Secretario General de la Organización de Trabajadores Radicales (OTR CABA)
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