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Menos novedad de la esperada

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Por Carlos Fara

  No hay outsiders  entre los candidatos porque la mayoría cree que los problemas los pueden arreglar los políticos   Había muchas expectativas sobre la definición de candidaturas para las elecciones de este año, dado el particular proceso de crisis pandémica que estamos atravesando. Infinidad de veces uno recibía, por ejemplo, la pregunta acerca de “¿hay posibilidades de que se presente un outsider anti sistema, dado el fastidio de la gente con la política?”, o “¿no estamos en una situación como el que se vayan todos?”. Mi respuesta sistemáticamente era: no, esta no es una situación como la de 2001. Primero porque ahora la gente está muy angustiada y con incertidumbre, no está mayormente enojada o con bronca, como en aquel entonces; y segundo, porque esta no es una crisis argentina, es una crisis mundial e inédita, y la gente lo sabe. ¿Qué implica esta introducción para el cierre de listas?

  1. No hay opciones anti sistema, toda la oferta es pro sistema. Esto tiene que ver con varios factores, pero sobre con uno de la cultura política argentina: la gran mayoría cree que los problemas los pueden arreglar los políticos. Políticos honestos, comprometidos, moderados, pero políticos al fin. La fallida experiencia de la presidencia Macri, pese a que tenía el antecedente de dos períodos como jefe de gobierno de la CABA, puso sobre la mesa pensamientos naturales como “manejar el país no es como manejar una empresa”, “le faltó calle”, etcétera. Estos razonamientos van a favor de la política profesional, no de los outsiders. En todo caso se podría decir que hay varias candidaturas críticas del statu quo político, pero no cuestionadoras del sistema.
  2. En la discusión entre halcones y palomas, no importa quién gane la primaria de Juntos en la provincia de Buenos Aires, ya ganaron los moderados. Manes, Santilli y Vidal –además de Rodríguez Larreta- están todos convencidos que el mejor negocio no es salir con el cuchillo entre los dientes para enfrentar al Gobierno, sino que se debe transitar con tono tranquilo la contienda para atraer a los independientes que se eligieron a Alberto y están decepcionados.
  3. La oferta hacia derecha e izquierda va finalmente fragmentada, lo cual puede poner en riesgo que más de un actor se quede fuera de competencia según las reglas de las PASO. Más allá de cuántos votos obtengan finalmente en noviembre, son todas caras conocidas, de los cuales varios ya compitieron: Espert, Gómez Centurión, Hotton, Del Caño, Castiñeira, etcétera. 
  4. Los outsiders fueron incluidos al sistema por ofertas políticas mayormente preexistentes. El caso más notable es el de Manes, de la mano de la UCR en Juntos. Otro caso es el de la empresaria Carolina Castro –la primera mujer en la historia que forma parte de la conducción de la UIA- que se suma de la mano de Florencio Randazzo. Finalmente no hubo outsiders que intentaran construir su propia oferta electoral, por fuera de todo lo conocido. 
  5. El oficialismo nacional no ha recurrido a outsiders en esta oportunidad, quizá por dos razones: a) al ser un frente amplio, se deben satisfacer los intereses de los distintos socios, y b) se privilegió la disciplina política e ideológica de los candidatos, teniendo en cuenta que se avecinan dos años complicados para la gestión de Alberto. 
  6. Que no haya figuras que pesen más que la marca en el oficialismo no es deliberado: se ha tomado la decisión una vez más que “el candidato es el proyecto”, dejando de lado toda aspiración de recurrir a alguna persona que genere un valor agregado propio, con todo lo que eso significa políticamente. Por lo tanto, dicho elemento tendrá un peso central en la definición de la estrategia electoral (de hecho, ningún candidato habló en la presentación del Frente de Todos). Esto más allá del peso fundamental que ha tenido la vicepresidenta y sus allegados en la definición de la mayoría de los nombres.

Es definitiva, la oferta no tiene grandes sorpresas. Todo sobre lo que se hablaba está en la cancha. Esto confirma que el sistema político argentino tiene muchos defectos, pero si tiene una virtud es que es un buen absorbente de la multiplicidad social, a la corta o a la larga. La ampliación democrática en la historia a través del radicalismo y el peronismo han marcado un patrón cultural que vuelve a repetirse.

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