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La economía ganará las elecciones legislativas

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La economía ganará las elecciones legislativas

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Por Alejandro Radonjic

  El último “buen” año de la economía fue 2017. “Veníamos bien”. Lo que vino después (casi cuatro años completos desde que “pasaron cosas” allá en los albores de 2018) fue un castigo casi sin parangón histórico.  Todo lo debía bajar, subió. Todo lo que debía subir, bajó.  Antes, por lo menos, Argentina crecía en los años electorales. Ahora, ni eso. Que tampoco era mucho.  El PIB cayó en 2018, 2019, 2020 y recuperará algo en 2021. Pero no llegará al pico de fines de 2017. La inflación pasó de largo de la zona del “veintipico”, con excepciones, a la zona de 50% (2018, 2019 y probablemente 2021). El salario está 20-25% debajo del pico previo (en dólares, mejor no hacer la cuenta), el empleo se precarizó (hoy hay menos empleos registrados privados que hace 10 años, cuando ya eran muy pocos) y la pobreza subió cerca de 17 puntos. Como si ese castigo no fuera suficiente, le debemos US$ 45.000 millones al Fondo Monetario Internacional (FMI) y también a privados (ojo: la deuda se reestructuró, pero no desapareció). En el medio de todo ese derrotero hubo una pandemia. Aún hay, en rigor. Que ya se cobró 100.000 vidas en Argentina y puso todos patas para arriba.  Son datos, no relato. Así llega Argentina a las elecciones legislativas de 2021. Una sociedad bastante cansada (¿cuál no la estaría?) que ya no sabe quién le pegó la primera piña. ¿Fue la maldita herencia de Cristina? ¿Fue el “endeudador serial” de Mauricio Macri? ¿O fue la “cuarentena eterna” de Alberto Fernández y su “infectadura”? (Bastante curioso que no hayan surgido outsiders). Estas elecciones son las segundas dentro del ciclo narrado. En las primeras, las de 2019, perdió el oficialismo y Macri se sumó al exótico club de los jefes de Estado que pierden su reelección (por lo menos no se fue antes, dirán otros). La economía fue su funebrero. En 2017, ganó por ella y en 2019, audacia de la otrora oposición mediante (“le he pedido a…”), lo llevó a la derrota.  A favor del relato del Gobierno actual, la fractura de la economía ya estaba expuesta en 2019. Macri y los suyos se lamentan que, en 2015, estaba todo mal, pero la crisis no estaba expuesta. Algo así como “la gente no se daba cuenta los desequilibrios que había” (¿oda encubierta a “Axel”?).  Por eso, Martín Tetaz, hoy candidato, proyecta que “el ‘ah, pero Macri’ va a salir como piña en estas elecciones”. El kirchnerismo instala la idea de que estamos en la misma crisis, que arrancó en 2018, agravada por la pandemia del Covid-19. Son dos pandemias potenciadas (Cambiemos + Wuhan) y las esquirlas son las que vemos. “Macri nos puso acá”, dicen. “Nosotros sabemos cómo salir y poner a crecer la economía”, agregan.  Por eso (y para desengancharse ella misma del derrotero narrado), en los últimos días Cristina Kirchner salió a rebatir la visión de que Argentina está estancada desde hace diez años. En 2015, dijo, “crecimos al 3 y pico por ciento, como habíamos crecido también en 2013”. Agregó: “Entonces, primero terminar con el mito este de que hace 10 años que nadie crece. No, mentiras”. Al margen de todo ese debate superestructural, el Gobierno tiene la mira puesta en poner a la economía en modo electoral. El bolsillo es el gran elector en todo el mundo (donde hay democracia es explícito y donde no las hay, implícito). No es lo único que importa pero, como dicen los Decadentes, como ayuda. El  “ah, pero Macri” tiene límites obvios.  La estrategia es la de siempre: poner plata en el bolsillo de la gente.  Pensando en los “swing voters”, que no decidieron que boleta poner aún. Pueden ir o venir. Con foco en la clase media, más bien baja, y en los sectores aún más desprotegidos. Están las formas directas (bonos, aumentos y refuerzos). Según la consultora Equilibria, el “push electoral” vía consumo será de $ 424.510 millones. Van desde “los bonos extraordinarios a jubilados y pensionados”, como el que viene en agosto por $ 5.000 hasta la devolución del Impuesto a las Ganancias a quienes no entran al nuevo Mínimo No Imponible (MNI). O el alivio a la “patria monotributista”, tras el paso en falso de Afip. La reapertura de paritarias (SMVyM incluido), fogoneadas por Trabajo, van en igual sentido. Hay formas menos directas pero que también tienen “efecto bolsillo”, como pisar las tarifas o los acuerdos de precios, que abonan el discurso de “cuidar la mesa de los argentinos”. Menos directa aún es la “estrategia” de pisar el dólar (oficial) para calmar una inflación que se puso salvaje en la primera mitad de 2021. Como siempre, hay “asfalto preelectoral” y una miríada de iniciativas en ese sentido. Algunas más permanentes, otras más efímeras. No todas exitosas. Son las armas de quien gestiona y el Gobierno las piensa usar. La oposición mira y advierte “ojo que después viene el ajuste y salta el dólar”.  El Gobierno se juega casi todo en las PASO, que son en 45 días. Por el perfil de su electorado, es difícil que sume votos hacia noviembre. Los que estarán en noviembre, son los que estarán en septiembre. Necesita unas buenas PASO. El ciclo epidemiológico parece jugar a favor. La segunda ola está perdiendo fuerza, la vacunación avanza (con la segunda dosis algo rezagada) y hoy, todo apunta a menos y no más restricciones. La variante Delta amenaza.  En el flanco económico, amenaza la variante “blue” del dólar y una inflación intrépida, que se sostiene arriba de 3% mensual desde octubre de 2020 y ya volvió a la zona de 50% interanual. El bombeo de pesos (que bombea el consumo), en conjunto con la normalización tras la segunda ola (con impacto en abril y mayo, y rebote desde junio) y un IPC algo más tranquilo, ayudará a dar alguna sensación de más actividad. La situación, sin embargo, es tan delicada que ni la prensa oficialista se anima a hablar del clásico “veranito”.  Con todos estos datos, ¿quién ganará la elección, entonces? La economía. Después se verá si eso implica Juntos o el FdT.

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